miércoles, 18 de diciembre de 2019

La quema de libros como acto simbólico

Después de realizar el performance "Un violador en tu camino" (https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/un-violador-en-tu-camino-los-mensajes-ocultos ) del colectivo chileno Las Tesis (https://www.eluniversal.com.mx/mundo/quienes-son-lastesis-el-colectivo-feminista-detras-de-el-violador-eres-tu ), recorrer los pasillos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) como una marea verde gritando en contra del acoso, un grupo feminista, de cerca de 200 mujeres, se instaló en la explanada de Expo Guadalajara para romper y luego quemar dos ejemplares de “Psico-Terapia Pastoral” de Juan Manuel Rodríguez y Misael Ramírez.

“Si la Feria tiene tantos ojos pues que nos volteen a ver, hace falta generar más ruido y que nos escuchen”, contó Ana, una manifestante a EL UNIVERSAL (https://www.eluniversal.com.mx/cultura/marcha-feminista-se-apodera-de-la-fil-guadalajara ), momentos antes de la quema.

En Amazon (https://www.amazon.com/Psico-Terapia-Pastoral-Tecnicas-Prematrimonial-Homosexualidad/dp/1948578212/) se describe el libro como "una propuesta y respuesta concreta a este flagelo y crisis de identidad que es la homosexualidad." El libro, por cierto, está agotado, muy probablemente como consecuencia de la magnifica promoción hecha por las activistas universitarias.

Sin considerar la validez de la ideología de género, o la normalidad de la homosexualidad, voy a abordar la quema de libros como acto simbólico o poético. El Libro, en su calidad de símbolo abstracto, es un objeto sagrado y su quema un sacrilegio. Quemar libros es una provocación que se hace con la intención de causar una reacción de repudio del espectador, una incomodidad, y un cuestionamiento de los valores representados por el texto destruido. Sin embargo, la quema de libros no es un acto de intolerancia propiamente, o un repudio de las ideas plasmadas en libro, sino un ataque al derecho colectivo del acceso a la información y a libre flujo de ideas. Es decir, la quema de libros no es un acto de rebeldía y resistencia, más bien un acto represivo de censura. Indica la renuncia al pensamiento critico y al dialogo de las ideas.



En la novela 1984 de Orwell, los libros, de hecho toda información, estaban censurados, pero su acceso, mientras se le negaba al pueblo, era ilimitado para la elite en el poder. Porque el conocimiento es Poder. Más apropiado como acto simbólico hubiera sido tragarse el libro y luego vomitarlo.

Cada uno puede hacer su lista de temas prescindibles, digamos teorías conspiratorias, en el sentido derogatorio, como el terraplanismo y las vacunas como medida de control poblacional. Pero desde una perspectiva normativa o jurídica, ¿Quién decide que cosas son necesarias o licitas de publicar? La pregunta presume, con cierta razón, que la banda es pendeja y que no es lo mismo leer que comprender. Un líder benevolente e iluminado puede darse a la tarea de decidir por el pueblo y para el pueblo que libros o ideas son apropiados. De hecho, todos los gobiernos, inclusive los profundos e invisibles, lo hacen en la practica en cierta medida.

Lo que es socialmente aceptable o útil va cambiando en el tiempo y el espacio, y si ya hemos destruido las alternativas, no hay marcha atrás. Por ejemplo, Fray Diego de Landa Calderón (https://www.mexicodesconocido.com.mx/el-fraile-que-quemo-los-ultimos-codices-mayas.html ), la noche del 12 de julio de 1562 hizo una hoguera que iluminó las oscuras calles de Maní, Yucatán, alimentándola con objetos sagrados y con los 40 códices que explicaba la historia y creencias de los mayas. Tras la quema de sus ídolos y registros de su identidad algunos se suicidaron.

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Fray Diego de Landa Calderón, un misionero franciscano a quien la Iglesia le encomendó convertir a los nativos al catolicismo solo seguía la guía de su conciencia en búsqueda de la verdad y la salvación de un pueblo ignorante y pervertido. Un número indeterminado de mayas fueron llamados al Auto de Fe y se les torturó para que reconocieran su fanatismo por dioses alejados de la fe cristina.

Parece que Fray Diego de Landa Calderón se arrepintió años después de las atrocidades que hizo pues en 1566 escribe su libro Relación de Cosas Notables de Yucatán en donde trata de describir cómo era el mundo maya que encontró. Sus escritos sobre la vida maya resultaban contradictorios y mentirosos. Para 1950 el lingüista ruso Yuri Valentínovich Knórozov (https://en.wikipedia.org/wiki/Yuri_Knorozov ) desechó cualquier documento hecho por De Landa, por no servir para entender la lengua de esta cultura.

De hecho, del acerbo documental precolombino de México solo quedan unos 14 códices, de los cuales solo uno esta en México (https://www.excelsior.com.mx/expresiones/mitos-sobre-el-saqueo-los-14-codices-precolombinos/1254729 ). El tlatoani tenochca Itzcóatl decidió destruir un número importante de códices que hablaban sobre la historia de la peregrinación mexica y la fundación de Tenochtitlán, en una maniobra ideológica y política que permitió establecer una sola versión del registro mítico-histórico náhuatl. Esta maniobra es recurrente en la historia universal, con el ejemplo más notable siendo el registro bíblico establecido en Israel en el siglo IV antes de cristo.

Sin embargo, a pesar de cualquier daño autoimponido, la destrucción documental realizada por los españoles fue absoluta. No se conoce códice de certero origen prehispánico, realizado por portadores de las culturas del Altiplano Central y las regiones aledañas. Ni náhuatl, ni otomí, ni matlazinca, ni mazahua, absolutamente nada. Solo como ejemplo, la quema de fray Juan de Zumárraga, hacia 1538, quien estaba muy molesto de que las idolatrías no se hubieran removido, particularmente entre la nobleza.

Lo cierto es que sólo existen 14 pictografías de certera manufactura anterior a la Conquista que sobreviven hasta nuestros días, de los cuales una parte pudieron ser obsequios de Moctezuma a Cortés, y otros salieron bajo condiciones aún inexplicables.

A nivel global pudiéramos decir que la quema de la librería de Alejandría simboliza el retraso o estancamiento del desarrollo tecnológico y científico por cientos de años. 

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Como ejemplo del estancamiento tecnológico  tenemos el mecanismo de Anticitera (https://proyectoidis.org/mecanismo-de-anticitera/ ), una calculadora mecánica antigua diseñada para prever la posición del Sol, la Luna, y algunos planetas, que permitía predecir eclipses. Consiste en un conjunto de engranajes de ruedas dentadas de bronce con signos e inscripciones astronómicas en griego antiguo, dialecto corintio-siracusano. Fue descubierto entre los restos de un naufragio cerca de la isla griega de Anticitera, entre Citera y Creta, y se cree que data del 87 a. C. No volvería a existir ningún mecanismo de tal complejidad y precisión hasta el desarrollo de la relojería europea del siglo XVI.

La célebre Biblioteca de Alejandría (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/biblioteca-alejandria-destruccion-gran-centro-saber-antiguedad_8593/6#slide-5 ), creada pocos años después de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno en 331 a.C., tenía como finalidad compilar todas las obras del ingenio humano, de todas las épocas y todos los países, que debían ser «incluidas» en una suerte de colección inmortal para la posteridad.

La desaparición de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los más simbólicos desastres culturales de la historia, comparable tan sólo con la quema de libros que siguió a la toma de Constantinopla por los cruzados en 1204, o la que tuvo lugar en 1933 en la Bebelplatz de Berlín a instancias del ministro de propaganda Joseph Goebbels; por no hablar del incendio de la biblioteca de Bagdad, en 2003, ante la pasividad de las tropas estadounidenses.

La importante biblioteca del Serapeo, fundación de Ptolomeo Evergetes –que algunos autores confunden con la biblioteca real, la propiamente dicha Biblioteca de Alejandría–, fue arrasada en el año 391 durante un «pogromo» antipagano instigado por el patriarca Teófilo. En 415, la filósofa y científica Hipatia de Alejandría, tal vez la última representante de la tradición filosófica alejandrina, moría a manos de una horda de monjes cristianos instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. El golpe de gracia para la Biblioteca llegó en el año 640, cuando el Imperio bizantino sufrió la arrolladora irrupción de los árabes y Egipto se perdió totalmente. Alejandría fue capturada por un ejército musulmán comandado por Amr ibn al-As, quien, según la tradición, habría destruido la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar:

"Si esos libros están de acuerdo con el Corán, son superfluos, y si se oponen al Corán, son falsos y deben ser destruidos"

Total, quemar libros no tiene nada de revolucionario, y si mucho de represivo, dogmático, y soberbio. El pensamiento científico no dice que todos los enunciados son válidos, digamos que todos tienen su verdad, pero el principio fundamental del método científico es siempre dudar de la posición propia. Respetar, por así decirlo, los datos y sus fuentes, dejándolos siempre a disposición del que quiera analizarlos.

viernes, 8 de noviembre de 2019

El Werther



Un joven enamorado de una mujer casada, cuyo amor nunca podrá alcanzar, se suicida junto a su escritorio. Es Carl Wilhelm Jerusalem, secretario de la legación de Brunswick. Su muerte conmociona a las clases altas de la sociedad alemana del siglo XVIII y muy en especial a un gran amigo suyo: Johann Wolfgang Goethe. También él es joven (tiene 23 años) y también él está enamorado de una mujer que ya está prometida a otro. Su nombre es Charlotte Buff, pero el mundo entero la conocerá por el que le va a dar el escritor y con el que pasará a la historia de la literatura: Lotte.


Goethe tenía 25 años en 1774, cuando publicó por vez primera el Werther. No deja de ser curioso el que un hombre de orden, con una entraña legalista y conservadora, figure en las historias de la literatura como adelantado del romanticismo. Poco se asemejaba su idiosincrasia a la de su ardiente personaje, un auténtico absolutista del corazón.

Un joven Goethe, desilusionado del ejercicio del derecho llega a Wetzlar proveniente de su natal Fráncfort, en 1772. Pocas semanas después de su llegada conoce a la verdadera Lotte (Charlotte Buff) en un baile, en las mismas circunstancias que Werther e intercambia correspondencia con su amigo Merck con las mismas fechas que las escritas por el personaje.

La historia de amor de la realidad tampoco tiene ningún futuro y de la misma forma en la que sucede en la novela, la joven contrae matrimonio con su prometido, Kestner, con el que Goethe entabla una sincera amistad.

La desesperación que Werther reflejada en la obra, escrita por Goethe en poco más de cuatro semanas, es solo el reflejo del calvario que vivió el autor y ha quedado plenamente documentada para la historia en la correspondencia intercambiada con el joven matrimonio y con su confidente Merck, estas últimas misivas, irremediablemente desaparecidas. El adiós definitivo de Werther guarda también una gran similitud con el de Goethe.

Hubo jóvenes que allá en el siglo XVIII se quitaron la vida trastornados por la lectura de Las penas del joven Werther. Napoleón gustaba de llevar un ejemplar de la novelita en sus campañas. Hay quien conceptuó perversa esta obra de Goethe, considerándola una incitación al suicidio, y quien, exento de inclinaciones románticas, no duda en tildarla de kitsch.

Bastante antes del desenlace de la novela, el lector comprende sin sombra de duda que a Werther lo espera una muerte violenta. El propio personaje se encarga de anunciarla en repetidas ocasiones de forma cada vez más explícita.

El suicidio de Werther no consiste, en una simple despedida brusca, interpretable más allá de su posible efecto punitivo sobre la mujer que rechazó los deseos fervientes del enamorado. Lo enterrarán sin ceremonia religiosa, fuera del camposanto, como correspondía a los suicidas, sin más honor que el de recibir sepultura en el lugar que él había elegido.

El personaje de Werther fue un modelo a copiar por la juventud, quienes se sentían rechazados e inadaptados en una sociedad totalmente racional y controladora. Se desató una horda de suicidios nunca vista en Alemania. El gusto por los paisajes rurales y la vida en el campo marcó un estilo de vida, buscado salir del mundo burgués-materialista. La vestimenta de Werther marcó la tendencia textil en ese momento: frac azul, chaleco y pantalones amarillos. Alemania adoptó los trajes ingleses, los sastres alcanzaron estatus por esta moda.

Dado que el siglo XVIII se caracteriza por la entrada del movimiento Sturm und Drang y el Romanticismo, Wether afianzó los ideales de éstos. El sentimentalismo por encima del razonamiento, queriendo destituir las ideas clasicistas, perfección en el arte, reglas sociales, la razón como filtro el intelecto, y la sociedad burguesa.

Ni el propio Goethe imaginaba que la publicación en 1774 de Las penas del joven Werther iba a provocar tanta polémica. La historia de Werther se convirtió en todo un hito de la literatura mundial y máximo exponente del Sturm und Drag alemán. La novela se convirtió en todo un bestseller para la época y uno de los libros más leídos para la juventud alemana. Esa visión endulzada y romántica de la muerte resultó en un efecto inesperado, que en un principio se denominó Fiebre de Werther, una variante del Mal del siglo. Esta especie de moda llevaba a muchos lectores a abandonarse a un sentimiento de hastío y decadencia, identificándose con los personajes enfermizos, sirviendo de base a otros movimientos como el decadentismo. Ese vacío existencial derivó también en una crisis de creencias establecidas y de los valores más comunes de una sociedad en pleno cambio.
En el caso concreto de Werther, muchos seguidores de la novela comenzaron a vestir la misma ropa que el protagonista y a comportarse de manera parecida. El resultado más conocido de esta imitación resultó en una ola de suicidios, se cuenta que unos cuarenta, que llevó a las autoridades a preocuparse acerca de la difusión de la obra de Goethe. En Italia, Alemania y Dinamarca, esta novela fue prohibida durante varios años.

El suicidio de Werther uno de los aspectos que se reproducen de la realidad con mayor fidelidad, por supuesto no se trata de la muerte de Goethe, pero sí la de su amigo Jerusalén que se quitó la vida por las mismas motivaciones y en las mismas condiciones que el personaje. Goethe liberado en buena medida de sus ‘tribulaciones’ pudo mantener una relación de amistad con la pareja, alimentada por el intercambio regular de correspondencia.

El efecto Werther toma su nombre de la novela Las penas del joven Werther de Johann Wolfgang von Goethe, publicada en 1774. En la novela, el protagonista sufre por amor hasta tal punto que acaba por quitarse la vida. Fue una novela muy popular entre los jóvenes de la época, muchos de ellos llegaron incluso a suicidarse de formas que parecían imitar la del protagonista. De hecho, las autoridades de Italia, Alemania y Dinamarca llegaron a prohibir la novela. El término lo instauró el sociólogo David Phillips en 1974. Philips elaboró un estudio entre 1947 y 1968 que demostró que el número de suicidios se incrementaba en todo Estados Unidos al mes siguiente de que el New York Times publicara en portada alguna noticia relacionada con un suicidio.