miércoles, 2 de septiembre de 2015

El mito del México mestizo

Dice Héctor Pérez Martínez (Pérez-Martinez, 2014), en su biografía de Cuauhtémoc, que La Conquista es un hecho consumado, relevante como elemento formador de México como país mestizo: tal planteamiento supone la cauterización de heridas que todavía en el tercer mileno destilan pus. Si bien es cierto que la población mexicana es mestiza, caracterizar a México como país mestizo es una simplificación que ignora la realidad de varios Méxicos distintos y contra puestos: en una perspectiva mínima, el criollo, el mestizo, y el americano. Decía Paz en El Laberinto de la soledad (Paz, 2015):

«En nuestro territorio conviven no sólo distintas razas y lenguas, sino varios niveles históricos. Hay quienes viven antes de la historia; otros, como los otomíes, desplazados por sucesivas invasiones, al margen de ella. Y sin acudir a estos extremos, varias épocas se enfrentan, se ignoran o se entre devoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo, con héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven "católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de la Era Terciaria". Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía. A veces, como las pirámides precortesianas que ocultan casi siempre otras, en una sola ciudad o en una sola alma se mezclan y superponen nociones y sensibilidades enemigas o distantes.»

México es nación apenas convencionalmente, sin embargo, basta que alguien cruce la frontera para que se plante su mexicanidad por el mismo y por los otros.

En el proceso de sucesión presidencial en Estados Unidos se ha manifestado como tema central el racismo contra la población nativa, particularmente expresado en los exabruptos antimexicanos de Donald Trump. La reacción popular y de los medios de comunicación ha sido la de considerar a Trump como un loco irresponsable y no ha faltado la obligada referencia a Hitler. Tal planteamiento pasa por alto que Trump no hace más que articular el sentir de una gran parte del pueblo gringo: Los Tea-partiers. Ignora también la endeble posición moral del gobierno mexicano, que no solo propicia con su corrupción e ineficiencia el sustrato socioeconómico que provoca la situación en primer lugar, sino que también permite y propicia un verdadero infierno para los hermanos centroamericanos que entran a México ilegalmente.

Los argumentos y expresiones de Trump se pudieran utilizar verbatim en reversa, ya que las políticas y acciones de los Estados Unidos provocan la crisis que empujan a los campesinos mexicanos hacia El Norte: en plena justicia se puede exigir que los culpables paguen las consecuencias de sus actos: las asimetrías de poder dictan la realidad de que los patos no le tiran a las escopetas.

La frontera México-Estados Unidos, o México-Centroamérica, es un accidente histórico que nada tiene de natural o fijo y que no es un argumento válido moralmente para negar el libre tránsito de gente que tiene arraigo ancestral en tierras americanas.

La probada metodología de alcohólicos anónimos ha establecido la práctica de que el primer paso para solucionar un problema es reconocer su existencia. México nunca podrá superar las contradicciones fundamentales que han inhibido su desarrollo por siglos sin antes reconocerlas plenamente.


Paz, O. (2015). El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.

Pérez-Martinez, H. (2014). Cuauhtémoc, vida y muerte de una cultura. México: CONACULTA.

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