miércoles, 28 de agosto de 2019

Mujer que realizaba yoga cae de octavo piso

El día de hoy vi una nota muy extraña. Según la nota una joven mujer de 25 años, que supuestamente realizaba una rutina de yoga, cae del piso ocho en un edificio de San Pedro. La nota incluye una fotografía en la que la mujer se balancea boca abajo, sin sostenerse con nada, precariamente del barandal de un balcón en el octavo piso de un departamento. ¡Incomprensible! Me hace recordar la más de una ocasión en que yo he cometido actos que solo por suerte no acabaron con mi vida y que son inexplicables, el costo-beneficio no solo desproporcionado, sino actualmente simplemente actos inexplicables. En una ocasión, manejando por una calle en un cerro llena de curvas difíciles me incorpore de una lateral, y como es típico en el trafico de Monterrey, nadie me quería ceder el paso para dejarme entrar a la calle, logre adelantarme a un taxi y entrar en la avenida, el taxista acelero para cortarme el paso y yo acelere. Muy pronto estábamos corriendo a unos 160 km/hora en una calle donde ya 100 era inapropiado. En cuestión de segundos alcanzamos a los carros que iban delante y perdí el control del carro. De milagro no me mate, Fue un acto más allá de irresponsable, simplemente irracional. El pasajero del taxi denotaba en su cara la gravedad del asunto, pero el taxista estaba solo molesto de que le habían cortado el paso.

A nivel de sociedad estamos haciendo lo mismo, corriendo en manada hacia el desfiladero eco-social como lo ilustra la situación de la deforestación del mundo amazónico, pulmón y del mundo, y motor del sistema climático global. La destrucción de la selva amazónica pudiera provocar un colapso total del sistema climático actual que seria substituido por un nuevo régimen que nadie puede predecir. Las consecuencias pueden ser desde graves, pero dentro de parámetros manejables hasta apocalípticas, pasando por catastróficas.  Pero ese solo es un ejemplo.
Desde la perspectiva de la massa damnata, los efectos de nuestras acciones colectivas e individuales no son lo suficientemente evidentes e inmediatas para que la gente se involucre o entienda las consecuencias de sus actos. Sin embargo, a nivel del liderazgo político y económico, las elites tienen suficiente información para aquilatar la gravedad de la situación, pero lo que hacen es acelerar en una calle cerrada para que sus compadres no se les adelanten medio centímetro. Parece ser que la autodestrucción es una falla de nuestra programación evolutiva, que nos a permitido llegar a donde estamos, y que finalmente sera nuestra ruina,  que no podremos superar.

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