viernes, 6 de septiembre de 2019

El gnomo

Según la mitología de Europa del Norte los gnomos o nomos son enanos fantásticos o elementales de la Tierra, en cuyas entrañas moran, trabajando en minas, custodiando tesoros subterráneos, y cuidando de los metales y piedras preciosas. También se dice que les roban a las personas ambiciosas.
Los gnomos forman un pueblo sobrenatural de seres muy pequeños e invisibles, dotados de singular astucia.


Encuentro con un Publicista




Allá en el bosque, sentado sobre el tronco de un árbol caído, Cri Crí se ocupaba en borrar de la pauta muchas notas musicales sin porvenir, un ruido de pisadas en la hojarasca lo distrajo y alzando la cara vio venir hacia él un hombrecillo regordete con una facilidad de palabra que demostraba haber practicado mucho. El recién llegado se presentó: Ditirambo Farfulla a sus órdenes ¿Ordenes ? Cri Crí no se las da a nadie como no sea un reloj despertador para que repiquete a las seis de la mañana. Bien, pues el muy conversador Ditirambo Farfulla resulto ser un publicista en busca de nuevos horizontes. Publicista es aquel que redacta y se encarga de hacer circular anuncios, avisos y toda clase de reclamo comercial. Este Farfulla pretendía entrar al País de los Cuentos, terreno vírgen en cualquier tipo de promociones, mas aunque no se necesite pasaporte al país de los cuentos no se entra así como así. Es preciso tener costumbre de traspasar las fronteras entre lo real y lo imaginario. Como a Cri Crí le encanta introducir gente nueva, con la mejor voluntad tomó la mano de Ditirambo Farfulla y en menos que canta un gallo ya estaban ambos al otro lado.

Hay que confesar que el País de los Cuentos se parece mucho a nuestro mundo, excepto en el modo como ocurren las cosas. Sin dejar de pensar en el interés que le movía, Farfulla encauzó hábiles preguntas para averiguar quien era el personaje más rico en el País de los Cuentos.

"Yo soy rico" aseguro Cri Crí. Gasto menos de lo que gano y siempre me sobra, pero no era éso lo que Farfulla quería saber sino quien tenía más propiedades en aquella región. Después de un breve silencio Cri Crí recordó que el dueño de bosques, prados, lagunas y lomas era el gnomo ¿Y cómo llego ese gnomo a adquirir tantas riquezas ? Muy sencillo respondió Cri Crí. Gritaba "ésto es mío, ésto es mío, ésto es mío" y así gritando terminó porque todo era suyo. Ditirambo Farfulla estaba pasmado de admiración. A su vez, codiciando una vega florida, pretendió gritar ¡Esto es mío!. "Imposible" le advirtió Cri Crí porque el Gnomo ya gritó antes. Lamentando no ser propietario a tan poco costo Ditirambo Farfulla se consoló con buscar a tan afortunado magnate para sacarle dinero a cambio de publicidad, pero una cosa es buscar al Gnomo y otra muy distinta dar con él.

© Francisco Gabilondo Soler " Cri-Crí el Grillito Cantor"

Hablando de influencias literarias Francisco Gabilondo es indudablemente, si no la más, una de las fuertes y significativas en mi formación. En parte porque prefiero escuchar a leer pero principalmente porque los cuentos de Francisco no son propiamente cosas de niños sino de adulto, de un hombre que le cuenta sus quitas a un niño, a sabiendas que no sera entendido, con la esperanza de dejar una semilla que con el tiempo compartirá una vivencia.

La historia de Farfulla y el gnomo ha sido una de las que más me han intrigado. Ahora sé que gastar menos de lo que se gana y poder ahorrar es un privilegio que pocas personas en el mundo tienen y, como ahora ya no soy de esos, entiendo hasta las entrañas que nosotros los que vivimos al día también somos gente. Pero cuando era niño de privilegio no lo entendía y me intrigaba.

El método de adquisición de riqueza del gnomo es el único posible pero hay una diferencia fundamental entre el mundo de la fantasía y el de los hombres. En el mundo de los hombres la precedencia histórica solo es relevante en lo táctico pero lo esencial es la fuerza, a la que el fuerte llama justicia, y el más fuerte, derecho divino o destino manifiesto.

Las semillas

Cuando nació el hombre no existía más propiedad que el palmo de tierra que pisaba cuando lo pisaba, el cachito de rió donde bebía cuando bebía, la sombra donde dormía cuando dormía, y la mujer que se cogía cuando se la cogía.

Un día a una mujer - siendo ella misma semilla, tierra, y agua - tal vez en la penumbra donde terminan los sueños y nace el día, le hablo Dios de las semillas de los cereales y del ciclo de la vida, de la resurrección de los muertos, de los caminos del sol, y de ritmos. Tun, Tun, Tun. Y la mujer aprendió a sembrar y a cosechar y a escoger y a adaptar.

Con la agricultura llego la necesidad de asentarse y el uso de la fuerza para defender y ocupar buenas parcelas, salvaguardar y saquear buenas cosechas. Pero el concepto de propiedad privada tomo milenios en desarrollarse a partir de la idea de propiedad comunal y el entendimiento de que Dios, el dueño del mundo, es un miembro de nuestro clan.

Dicen los que han visto cosa tan triste, que en la India, por decir un lugar de donde he oído la historia, en villas asoladas por la sequía y la hambruna, donde todos mueren de hambre, los depositarios de semilla madre destinados para la siembra están llenos. ¿Porqué?¿Porque no usar la semilla y vivir unos días más? Cada campesino es un sacerdote del culto de la vida y la resurrección y acabar con la semilla es un sacrilegio y una traición a las abuelas milenarias que desde antes de la historia han trabajado en crear las variedades que tenemos hoy, pero aparte consumir la semilla es consumir la esperanza de la siguiente cosecha y sin esperanza no puede haber vida.

Igual que el gnomo las grandes corporaciones como GM, Monsanto y Bechtel se declaran dueñas del agua, del aire, del sorgo, el arroz, la cebada, de la vida misma y por lo tanto del cuerpo de todos y cada uno. ¿Tendrán toda la justicia y derecho divino de su parte o nos quedara a los nadies un poco de vigor?

El frijol Mayocoba


Los Estados Unidos proponen que las plantas oriundas de cualquier parte del mundo, incluyendo aquellas producto de la crianza agrícola pueden ser tomadas por cualquiera, mapeadas y modificadas genéticamente, y patentadas, privatizando así los derechos de propiedad sobre el germoplasma universal.
El resto del mundo, prácticamente, está en contra de esta forma de monopolizar este patrimonio milenario de los pueblos de cada lugar.


Tras años de demandas y contrademandas, la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos retiró los derechos de patente de un milenario frijol mexicano.

La patente impuso limitaciones a la exportación y uso del frijol. Estos derechos estaban en manos de un estadounidense que en 1996 solicitó y obtuvo una patente en ese país del frijol azufrado que se ha cultivado en México durante milenios. La patente, con la que virtualmente se monopolizó y se apropió comercialmente la semilla durante 20 años, se ha convertido en un hito en la lucha contra la biopiratería.

El protagonista de esta larga saga es un nutritivo frijol amarillo, Phaseolus vulgaris, conocido como frijol azufrado o Mayocoba.

Todo empezó en 1994 cuando Larry Proctor, originario de Colorado, EE.UU., compró un saco de semillas de frijol en un mercado de Sonora, México. Después de unos cuantos de cultivos, Proctor dijo que había desarrollado "una nueva variedad de frijol que produce semillas de un distintivo color amarillo". Lo llamó "frijol Enola" y solicitó y obtuvo una patente de 20 años que cubría "cualquier frijol e híbridos derivados del cruce de incluso una de sus semillas". El frijol amarillo, sin embargo, se había originado de semillas del frijol azufrado que durante milenos se ha cultivado en México. La patente del señor Proctor reclamaba el monopolio exclusivo de cualquier frijol seco que tuviera un color de semilla amarilla, que establecía como "ilegal cualquier acto de comprar, vender o hacer uso de dichos frijoles". Proctor puso activamente en vigor su patente causandó una grave disminución en las exportaciones de frijol a Estados Unidos.

Indignado por la apropiación del germoplasma, el gobierno mexicano, junto con el CIAT y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), denunciaron la patente del frijol Enola. El CIAT pudimos demostró que en este reclamo no había ninguna innovación ni novedad, que Proctor no había obtenido permiso para exportar las semillas de México, y que en los 1970s el gobierno mexicano había liberado para el comercio una versión de esta variedad del frijol.

De acuerdo a Rural Advancement Foundation International (RAFI), una organización ciudadana que ha estado siguiendo el caso de cerca, la patente en el frijol Enola es técnica y moralmente inaceptable.  RAFI dice que es difícil decir quien tiene mayor culpa: 1) el propietario de la patente que reclama que los mexicanos están violando sus derechos de monopolio, o 2) los peritos norteamericanos que determinaron que Proctor podía recibir dicho monopolio.

Conseguir la anulación de la patente costó más de un millón de dólares en abogados, la intervención de activistas sociales, del gobierno de México y del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), con sede en la occidental ciudad colombiana de Cali. Además, representó pérdidas para los agricultores mexicanos, que no podían vender en Estados Unidos una leguminosa exactamente igual a la de Proctor, presidente de la empresa de semillas POD-NERS.

Las normas de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos incentivan el mal comportamiento, a ganar a través del engaño, el fríjol mexicano exhibe con claridad lo ruin que es el sistema estadounidense de patentes. En este caso actuaron sin ningún rigor, pues es claro que esa patente no tenía sentido. Fue el robo de un fríjol mexicano. La patente demostró que la biopiratería puede llegar a extremos. Biopiratería es un término acuñado por grupos ecologistas para definir el registro doloso de conocimientos ajenos y ancestrales sobre plantas o seres vivos originarios del Sur.

Lograr la derogación de la patente del Enola parecía sencillo, así que el primer año y luego de recibir la queja de los agricultores y del ETC, intervino el gobierno de México ante la oficina estadounidense de patentes. Pero no tuvo éxito, pese a gastar 250.000 dólares en abogados. El CIAT tomó la posta argumentando que era necesario defender los derechos de millones de campesinos latinoamericanos que cultivan esa leguminosa desde hace siglos. El CIAT alberga la mayor reserva mundial de este alimento, con 35.000 variedades, 260 de las cuales son amarillas y seis idénticas al Enola.

HAY OTROS CASOS


El año pasado RAFI emitió un reporte llamado "Los Errores de los Criadores de Plantas", que documenta 147 casos de biopiratería institucional. La planta Enola es sólo el ejemplo más reciente de una larga fila de abusos: El frijol mexicano, el basmati de Sudasia, la quinoa boliviana, la ayahuasca amazonia, los chícharos indúes... todos han sido sujetos de reclamaciones de propiedad intelectual que son predatorias del conocimiento y de las reservas genéticas y culturales de pueblos originarios de diferentes lugares y de comunidades de agricultores.

La guerra del agua


La Guerra del Agua es un símbolo de los conflictos sobre la privatización, y la demanda de Bechtel contra Bolivia, por millones de dolares, es un símbolo de cómo las reglas de la globalización —que permiten y protegen esas demandas— erosionan la soberanía, y ponen las ganancias de las transnacionales por encima de las necesidades de los países y la democracia. 

El manejo del agua en Cochabamba y la legislación que lo habilitaba fueron cocinados al modo típico de las privatizaciones. Llegar a los contratos de concesión requirió no menos de cuatro Decretos Supremos, mientras que la aprobación de Ley 2029 que lo amparaba se concretó en un pacto de caballeros, dizque en la casa de Gonzalo Sánchez de Lozada, presidente de Bolivia.

El 3 de septiembre de 1999 se firmaron los contratos de concesión, celebrados con champán y discursos floridos. Entre otros, estaba el Presidente Banzer; el Ministro de Comercio Exterior, Carlos Saavedra; el Alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa; el Superintendente de Agua; Luis Uzín; y Geoffrey Thrope, gerente de Aguas del Tunari. Afuera, la Central Obrera Departamental de Cochabamba protestaba, lanzando los petardos de costumbre. Banzer comentó: “Estoy acostumbrado a esa música de fondo”. Esta música se convertiría en la sinfonía estruendosa y crisis general del Estado que hoy invocamos con sólo decir “abril del 2000”. Esa movilización terminaría imponiendo cambios a la Ley 2029 y corriendo a Aguas del Tunari. 

Al momento de la firma de los contratos, Aguas del Tunari era propiedad de –en orden inverso de importancia– cuatro empresas y empresarios bolivianos, con 5% cada uno; la empresa española de ingeniería Abengoa (negocios de 1,24 mil millones de dólares en 2001, con 25% de las acciones), y International Water Ltd. (IWL), en ese momento una subsidiaria de la Bechtel Corporation de San Francisco, EE. UU.

En unas semanas, la violencia escaló de forma incontrolada. “En abril, la ciudad se había convertido en un campo de batalla”, cuenta Marcela, hoy convertida en activista internacional por el derecho al agua. Banzer sacó al ejército a la calle y declaró el estado de sitio. Unidades de la policía y las fuerzas armadas se enfrentaron a la población, primero mediante el uso de gases lacrimógenos y después con disparos de francotiradores. Hubo cientos de heridos en la reyerta y un muerto, Víctor Hugo Daza, que todavía pervive en la memoria de los cochabambinos.

A instancias del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, Bolivia se encontraba hace 15 años en plena oleada de privatizaciones. Para conceder un crédito al gobierno de Banzer, las instituciones de Bretton Woods habían pedido la venta de las compañías públicas de agua de las principales ciudades del país. Semapa, la empresa municipal de agua potable y alcantarillado de Cochabamba, pasó a manos de un consorcio internacional llamado Aguas del Tunari. Este conglomerado —formado por las compañias estadounidenses Bechtel y Edison, la española Abengoa y las bolivianas Petrovich y Doria Medina—, decretó, de la noche a la mañana, un incremento en las tarifas de entre el 30% y el 300%.

Además, para blindar los intereses de las multinacionales, el parlamento aprobó la Ley 2029, que abría la puerta para que estas nuevas empresas cobraran por el uso particular de los acuíferos públicos y para que los ciudadanos tuvieran que hacer frente a sus deudas con sus bienes inmuebles. Sobre el papel, esto significaba que Aguas del Tunari podía cobrar por el agua que los vecinos obtuvieran de sus pozos, del río o incluso recogieran de la lluvia, y que si éstos no pagaban estaba autorizada a desahuciarles y quedarse con sus casas.

Al frente de los campesinos cocaleros que marcharon por la ciudad se encontraba en aquel momento un jovencísimo Evo Morales. Hasta entonces, el dirigente sindical había sido un diputado sin mucha proyección nacional, pero la Guerra del Agua de Cochabamba le situó en el centro del mapa político boliviano. Los cocaleros no participaron en la primera movilización, según recuerda Morales, quien tuvo que incidir a sus compañeros en la urgencia de manifestarse para “evitar que el agua se convirtiera en un negocio privado”.

Dieciocho meses después, Bechtel y su coinversor, Abengoa de España, presentaron una demanda legal de $ 50 millones contra Bolivia ante un tribunal comercial a puerta cerrada operado por el Banco Mundial, el Centro Internacional de Solución de Controversias de Inversión (CIADI). Durante cuatro años, Bechtel y Abengoa encontraron a sus compañías y líderes corporativos acosados por protestas, daños a la prensa y demandas públicas de los cinco continentes de que abandonaran el caso.

El 19 de enero de 2006, los representantes de Bechtel y Abengoa viajaron a Bolivia para firmar un acuerdo en el que abandonaron el caso del CIADI por un pago simbólico de 2 bolivianos (30 centavos USD). Esta fue la primera vez que una gran empresa ha abandonado un importante caso de comercio internacional como este como resultado directo de la presión pública mundial, y sentó un precedente importante para la política de futuros casos comerciales como este.

En los últimos años, la cantidad de casos presentados por corporaciones multinacionales en tribunales comerciales internacionales ha aumentado exponencialmente a través de nuevos acuerdos de libre comercio e inversión y a través de instituciones como la Organización Mundial del Comercio. Estos tribunales se han convertido en mecanismos legales a través de los cuales las corporaciones multinacionales evaden las leyes nacionales e interrumpen los procesos democráticos.

Muchos de los desafíos presentados en estos tribunales comerciales han sido en contra de las leyes y acciones de los gobiernos para regular el interés público. La gran mayoría de los fallos en estos casos han sido a favor de las corporaciones multinacionales y en contra del bienestar público. Los fallos en los tribunales comerciales internacionales han dado como resultado la eliminación de importantes leyes sanitarias y ambientales y han obligado a los gobiernos a pagar millones de dólares en multas y sanciones.



La luna

Hay una historia sobre la luna que unos dicen apócrifa y otros dan santo y seña. Dicen los prácticos que es jurídicamente imposible porque el notario de una comuna chilena, la de Talca, sólo tiene la jurisdicción en la comuna de Talca y las que están a su alrededor, que no hay documentos legales de propiedad de Jenaro que hagan mención a la Luna, que es sólo una anécdota que se difundió como un rumor. Los que la cuentan como un hecho, dan fechas y pormenores.

Ésta es la historia de un lunático, Jenaro Gajardo Vera, el sexto de nueve hermanos, cantante de ópera, astrónomo aficionado, amante de las mujeres, amigo de Salvador Allende, poeta bohemio que visitaba a Pablo Neruda, pintor, músico, y abogado de pobres.

Jenaro registró la Luna por 42 pesos y nunca la vendió.

"No la inscribí con ese afán. Si obtenía dineros por ella, la historia se echaría a perder. Quise hacer un acto poético de protesta interviniendo en la selección de los posibles habitantes del satélite y sacarle partido para que la Humanidad tuviera un poco más de paz".

Una noche de septiembre de 1954, Jenaro Gajardo Vera entró en el Club Talca con intención de hacerse socio. Durante la cena, los responsables le dijeron que por su condición de abogado podía ser aceptado, pero que al carecer de patrimonio quedaba excluido.

"Cuando salí, me fui caminando hasta la plaza. Me molestó que se le diese tanta importancia a las cosas materiales. Me detuve y miré al cielo. Y vi la Luna llena. Qué curioso, me dije, el satélite pertenece a la Tierra, tiene dimensiones y nadie lo ha inscrito a su nombre". 

Al día siguiente llevó al conservador de Bienes Raíces y notario de Talca, César Jiménez Fuenzalida, unos documentos con sus pretensiones y los datos de las medidas de la Luna.
- ¿Tú sabes bien lo que estás haciendo, Gajardo?
- Sí.
El profesional revisó los formularios y la argumentación.
- Tienes toda la razón del mundo. La Luna pertenece a la Tierra y tiene deslindes. No creo que nadie la haya inscrito, pero de aquí en adelante te van a tildar de loco.
- No importa.

Jenaro hizo tres publicaciones de aviso en el Diario Oficial y, como nadie contestó oponiéndose, volvió a la notaría de Talca para registrar una mítica escritura. Era el 25 de septiembre de 1954.

El documento que se exhibe como título de la propiedad inscrita no es ni una escritura pública ni la copia de una inscripción en el Conservador de Bienes Raíces. Parece ser más bien una copia certificada con fecha el 4 de octubre de 1989 por la Archivera Judicial Hilda Aguirre del Real, de un instrumento privado redactado y firmado con fecha 23 de septiembre de 1954 por Gajardo y que ha sido luego protocolizado. El texto es el siguiente:

“JENARO GAJARDO VERA, abogado, poeta, es dueño desde antes del año 1857, uniendo su posesión a la de sus antecesores del astro, satélite único de la Tierra, de un diámetro de 3.475,99 kilómetros, denominado Luna, y cuyos deslindes por ser esferoidal son: Norte, Sur, oriente y poniente: espacio sideral. Fija su domicilio en calle 1 oriente 1270 y su estado civil es casado. Talca. (Firma) Jenaro Gajardo Vera/Carné 1.487.45-K Ñuñoa/Rut Nº 147.174-05 Talca, 25 de septiembre de 1954”


Un día, Hacienda, que es igual en todas partes, envió a dos inspectores del Servicio de Impuestos Internos de Chile para cobrar a Gajardo Vera las contribuciones correspondientes. En una entrevista con la televisión argentina en 1989, el propio don Jenaro lo contaba así:
- Usted es dueño de la Luna, pero no la ha declarado, así que es evasión de impuestos. Es un delito.
- Muy bien, no nos vamos a complicar la vida. Ustedes van a tasar la Luna primero y una vez que la tasen, hablamos.
Los inspectores no volvieron a aparecer.

En 1969, el agregado cultural de la Embajada de EEUU en Santiago de Chile entregó a Gajardo Vera un mensaje del mismísimo Richard Nixon: Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que le pertenece.

El dueño de la Luna valoró el "gesto democrático" de Nixon y contestó:
- En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Withman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece. Y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria. Gracias, señor presidente. 

Una noche de 1998, a los 79 años de edad, don Jenaro Gajardo Vera murió. Poco antes, lunáticamente lúcido, había redactado un testamento digno de su genialidad:
"Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas".


Mientras que Don Jenaro se conformo con reclamar la luna, Dennis Hope, como buen gringo, reclama todo el sistema solar y se ha hecho una fortuna vendiendo terrenos extraterrestres. Según él, aprovechó un "vacío legal" que hace posible que una persona natural sea la dueña del satélite natural.
El empresario estadounidense Dennis Hope registró a su nombre al único satélite terrestre y a todos los planetas del sistema solar en 1980. Vende 1.500 parcelas por día y acumula 120 millones de dólares

El Tratado de Espacio Exterior, que estableció la Organización de las Naciones Unidas en 1967, señala que ningún país podría apropiarse de un planeta o una estrella. Pero como no hace referencia a las personas, Hope aprovechó ese vacío legal y pidió en un juzgado estadounidense que se le adjudicara la Luna como propiedad. Aprobada la solicitud en 1980, el hombre de negocios presentó una declaración de posesión de los planetas con sus respectivas lunas ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y el gobierno de los Estados Unidos. Ese mismo año, Hope dividió la Luna e inició su venta mediante la Embajada Lunar. En la actualidad, comercializa 1.500 terrenos diarios de media hectárea en el satélite terrestre, Mercurio, Marte y Venus. Asimismo, el empresario estadounidense vende por 75 mil dólares los derechos para establecer sedes de la Embajada Lunar en más de 12 naciones.

Hasta ahora, la compañía de Hope le vendió terrenos lunares a seis millones de personas en 80 países y a más de 1.300 corporaciones. Tomando un valor promedio de US$ 20 por cada parcela, el emprendedor lunar ya habría acumulado ganancias por 120 millones de dólares. Entre sus inversores, se encuentran estrellas de Hollywood, un ex presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, y cadenas hoteleras, como Hilton y Marriot.

Si te interesa comprar un planeta puedes visitar la pagina https://lunarembassy.com/

La educación


El 23 de julio del 2019 en los diarios Reforma, el Norte, y Mural, Salvador Alva, presidente del Tecnológico de Monterrey, publicó una nota editorial afirmado que la pobreza es un estado “natural” en el que nacen los hombres, que por lo tanto no tiene causas. Que lo que requiere estudio es cómo crear riqueza, que se consigue solo con libertad, fuente de el esfuerzo individual, la competitividad, la meritocracia, el emprendimiento y, como resultado final, la creación de enorme riqueza, aunque con una gran desigualdad. Es decir, la desigualdad es un efecto ineludible del proceso de generación de riqueza. Por ejemplo, en México el 7.6 por ciento de la población vive en pobreza extrema, según las cifras de 2016 del Coneval.

Nos explica Alva que hasta el año 1500 de nuestra era, para fines prácticos, todos eran pobres y el ingreso por habitante no pasaba de 500 dólares al año. Que solo en los últimos 300 años ha habido un desarrollo económico importante. Que, en los últimos 30 años, la población en pobreza extrema, medida por quienes reciben menos de 1.90 dólares al día, se redujo de mil 900 millones de personas a 650 millones, que equivalen a un 9 por ciento de la población mundial.

Señala Alva a Cuba y Venezuela como mal ejemplos de sistemas que buscan la igualdad sin libertad individual, una igualdad mal entendida que solo empobrece. No es un factor para él el acoso económico y político, al que él se suma con gusto.

La receta de Alva para generar riqueza – eliminar la pobreza se da por un proceso osmótico - es una lista de clichés, más bien buenos deseos:

  1. Atraer, desarrollar y retener talento con una educación de calidad y una cultura del mérito.
  2. Ser parte de la nueva economía del conocimiento.
  3. Promover la creación de nuevas empresas con productos que transformen el planeta y derramen bienestar a nuestras comunidades.
  4. Ciudades y comunidades seguras, modernas, divertidas y competitivas.
  5. Centros de investigación y universidades de nivel internacional.
  6. Gobiernos e instituciones confiables, modernos, y eficientes.
Concluye Alva que las ciudades, y no los países, son las que compiten por atraer y retener el mejor talento y capital. Que la innovación, la tecnología, el emprendimiento, la educación de calidad, el desarrollo humano, la meritocracia, el cuidado del medio ambiente, y una visión de largo plazo, son los fundamentos de su modelo para salir de la pobreza y lograr florecer como especie humana.



No, la riqueza no se crea en la cima, allí se devora


“most wealth is not created at the top, but merely devoured there”.

Rutger Bregman

Un panel de discusión en el Foro Económico Mundial de Davos se convirtió en una sensación viral en las redes sociales después de que el historiador holandés Rutger Bregman, autor del libro Utopía para realistas, lamentara el fracaso de los asistentes a la reciente reunión en Suiza para abordar el tema clave en la batalla por una mayor igualdad: el fracaso de las personas ricas pagar su parte justa de impuestos.

Tras señalar la hipocresía e incongruencia de que 1.500 personas habían viajado a Davos en avión privado para escuchar a David Attenborough hablar sobre el cambio climático, dijo que estaba desconcertado porque nadie hablaba de aumentar los impuestos a los ricos. Mucho rollo sobre la participación, la justicia, la igualdad, y la transparencia, pero nada sobre la evasión fiscal.

Bregman asevero que los industriales deben dejar de hablar de filantropía y comenzar a hablar de impuestos. Citó el régimen de altos impuestos de los Estados Unidos de la década de 1950 como un ejemplo de éxito para refutar los argumentos de empresarios de Davos como Michael Dell de que las economías con altos impuestos personales llevan necesariamente al fracaso económico.

Un miembro de la audiencia, el exdirector financiero de Yahoo, Ken Goldman, desafió sus comentarios y dijo que era un "panel unilateral". Argumentó que la configuración fiscal en la economía global había sido exitosa y había creado un empleo récord. Pero otro miembro del panel, Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam, señalo que el alto índice de empleo no es necesariamente un indicador positivo en sí mismo porque muchas personas se encontraban en trabajos de explotación. Citó el ejemplo de los trabajadores avícolas en los Estados Unidos que tienen que usar pañales porque no se les permitía ir al baño.









No hay comentarios.: