lunes, 14 de septiembre de 2020

¿Es el idioma español sexista?

Según algunos, el lenguaje constituye un medio para reproducir o perpetuar creencias de género que desvalorizan o invisibilizan a las mujeres y lo femenino. Otros afirman que el lenguaje en sí mismo no es sexista, que el sexismo está en el uso y los significados que se le dan a ciertas palabras y conceptos.


 

Como ilustración del problema, tomemos el aforismo: el perro es el mejor amigo del hombre, que haciéndolo inclusivo se transforma en:
El perro y la perra, es el, y la, mejor amigo, y amiga, del hombre, y de la mujer.

El sexismo es un complejo fenómeno que se refleja en el lenguaje, pero que lo trasciende. Por ejemplo, no existe una versión femenina de la palabras hombría o viril. Podemos decir por supuesto que una mujer es valiente, pero tradicionalmente a los sexos se les asignan valores morales distintos. Esta actitud se refleja en la leyenda, seguramente apócrifa y por lo mismo significativa, de la caída de Granada, que cuando Boabdil coronaba el suspiro del moro, el sultán volvió la cabeza para ver su ciudad por última vez y lloró, escuchando de boca de su madre la Sultana: No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre. Esta historia esta llena de ironía, porque el 25 de noviembre de 1491, el último emir musulmán, Boabdil, capitulo ante  Isabel de Castilla, una mujer.

El idioma español está marcado por las tendencias discriminatorias hacia el sexo femenino, especialmente en su sistema pronominal y en sustantivos que se refieren a ocupaciones y oficios que tradicionalmente han sido desempeñados solo por hombres. Sin embargo, actualmente en cualquier medio de comunicación masiva, es evidente que el idioma español se mueve hacia la sensibilidad sexista, en el uso genérico, en la utilización de una gran cantidad de terminología nueva que se refiere a la mujer y que complementan la existencia de un término excluyente. 

En el idioma español se considera al género como gramatical o anómalo y aunque los objetos inanimados utilizan los mismos marcadores gramaticales que los seres animados, la atribución de este a los sustantivos inanimados y los pronombres es completamente arbitraria, aunque el género masculino se considera dominante en español. 

En el plural, un grupo de objetos de género mixto tradicionalmente utilizan el género masculino. La Real Academia de la Lengua Española plantea que los plurales masculinos, los, ellos, estos, etc., designan una pluralidad de varones, pero también pueden designar conjuntamente una pluralidad de hembras y varones, cualquiera que sea el número de ellos y de ellas, lo que se produce en virtud de la idea general o genérica que es inherente al masculino. 

No solamente los plurales masculinos, como hijos, hermanos, pueden significar varones y hembras conjuntamente. El singular masculino hombre equivale a varón, pero también designa mujeres y varones, empleado como término general o genérico. Es decir, el hombre se puede referir a la raza humana. Cuando se dice "el hombre de neandertal," se incluye machos y hembras.

En español los sustantivos plurales que se refieren a ambos géneros utilizan la forma masculina plural del artículo. La propia naturaleza genérica del idioma español hace casi imposible utilizar un sustantivo sin marcar su género debido a la concordancia que se necesita con sus modificadores. 

En los pronombres del español, el género se marca en la primera, segunda y tercera personas del plural y aunque no existe un pronombre neutro como tal, el pronombre lo no se puede utilizar de manera inteligible mas que para referirse a conceptos abstractos, como por ejemplo lo bello , lo sobrenatural etc. Aunque los pronombres de la primera y segunda personas del plural se marcan genéricamente (nosotros, nosotras) no son tan proclives a resultar en lenguaje sexista como los pronombres de tercera persona. Esto pasa porque con menor frecuencia se refieren a grupos de individuos no específicos.

Esta ambigüedad del pronombre masculino es como el vaso medio lleno, o medio vacío.  Por un lado se entiende que es cierto sentido hace invisible a la mujer, en particular en campos donde tiene poco presencia, como la ciencia o la tecnología, al hablar del científico o el tecnologo. Por otro lado, los pronombres femeninos son enfáticos. Al decir ... nosotras, los científicos ... Es claro que se esta hablando de un grupo de mujeres, mientras que ... nosotros, los científicos ... es ambiguo en este sentido. Esta ambigüedad, ¿es a favor o en contra del hombre o de la mujer? ¿por qué hay que verlo como un conflicto entre sexos?

Se ha llegado a sugerir la creación de nuevos pronombres que no presenten los marcadores de género y sugiere “nosotres” aunque admite que utilizarlo en un discurso fluido seria difícil para el hablante e igual de irritante para el oyente, y aunque no existe una solución no sexista aparente para el uso de los pronombres de la tercera persona del plural, excepto el acuñamiento de nuevos pronombres sin género, la única solución seria utilizar ambos pronombres, lo que resulta en el uso incómodo de él y ella, ellos y ellas . 

Al considerar los términos ocupacionales en español es fácil darse cuenta de que casi todos se marcan genéricamente y parecen agruparse en 3 categorías, primero aquellos términos que tienen formas masculina y femenina idénticas, después los que se marcan gramaticalmente como masculinos y que no tienen una forma femenina correspondiente, y por último los términos que, aunque gramaticalmente ambiguos, se interpretan como masculinos.

Esa percepción de que el idioma español privilegia lo masculino es en parte un malentendido sobre los sustantivo comunes y una confusión del género gramatical con el género biológico o la orientación sexual. Por ejemplo, presidente, indica al o la que preside, sin indicar género, de la misma manera que cantante indica al que canta, la cantanta es simplemente una palabra que no existe. Actualmente se usa la presidenta por ignorancia de como se forma la palabra, pero el uso ha agregado esta forma al diccionario. 

No deben confundirse los términos género y sexo. La clasificación de la clase nominal en masculino, femenino y neutro es engañosa, ya que se trata de una clase a la que pertenece un sustantivo, y para la cual rige o realiza en sí mismo una flexión en algún otro elemento gramatical (en castellano, en determinantes, pronombres y adjetivos; en inglés, solo en pronombres, etc.). 

A veces, se usa la nomenclatura género natural (equivalente al sexo) para contrastar con género gramatical. En la frase Pedro es una visita muy molesta, la palabra visita tiene género gramatical femenino y género natural masculino. El género no está basado en el sexo biológico (extra gramatical), que sería masculino, sino en la clase a la que tal sustantivo pertenece, que es el género femenino. 

El género natural de los objetos inanimados es neutro, pero en castellano su género gramatical debe necesariamente ser masculino o femenino. Es erróneo y debe evitarse el uso de la palabra género (tanto en su significado gramatical, como en su significado sociológico) como sinónimo de sexo, que define una característica biológica de ciertas especies vivas Es verdad que en español el género masculino es la forma no marcada o inclusiva: la frase "los alumnos de esta clase" haría referencia a alumnos de sexo masculino y femenino; el género gramatical femenino es la forma marcada y por tanto resulta exclusiva o excluyente: la frase "las alumnas de esta clase" no haría referencia también a los de sexo masculino, sino solamente a las de sexo femenino. Sin embargo, el género gramatical (o existencia de clases nominales) es una característica arbitraria de los sistemas lingüísticos naturales, un sistema de clasificación nominal que poseen algunas lenguas en que los elementos nominales son clasificados dentro de un número finito de clases, para las cuales generalmente hay reglas de concordancia. 

El género gramatical no corresponde necesariamente con el genero biológico. Por ejemplo, la tortuga se puede referir a un espécimen macho. El género es una propiedad lingüística en un idioma, y no hay una necesidad lógica en su relación al sexo biológico. Aunque en ciertas lenguas (por ejemplo, las indoeuropeas) uno o varios de los géneros se usen mayoritariamente para uno de los sexos biológicos, seguramente en ninguna lengua del mundo para seres sexuados hay relación necesaria entre sexo biológico y el género de la palabra para designar al ser animado. Esto se debe, fundamentalmente, a que no hay correspondencia inmediata necesaria entre los significados de una lengua y la clase de entidades extralingüísticas. En las lenguas indoeuropeas, el número habitual de géneros varía entre dos y tres, normalmente masculino, femenino o neutro, de manera que concierta con una determinada flexión.

La arbitrariedad del genero gramatical resulta evidente para el que tiene que aprender una lengua extranjera como el francés o el alemán. Por ejemplo: el carro, la voiture, das auto.


 

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